ranshumante, como el viejo Ovidio, argonauta del tiempo, me muevo; siempre me muevo.
No resulta fácil presentar una República que desea ser singular en un mundo marcado por las fronteras y por el sentido de pertenencia. Hablar de una República que no está en ninguna parte y sin republicanos, parece una empresa casi imposible. Si solo se pudieran trazar mapas por medio de una topografía, real o inventada daría igual, lo más que obtendríamos sería otra Utopía, con sus cartografías correspondientes, y con la tentación de sugerir una organización social perfecta que la desearíamos real.
Como vivimos un tiempo en el que las Utopías ni siquiera son utopías, aunque en eso se parece a cualquier otro, nos atrevemos a sugerir una república imperfecta. Tanto, que en ella todo esté por inventar. Quien la comienza se convierte en el primer republicano solo porque escribe su nombre antes de quienes vendrán tras él, y bajo su responsabilidad la denomina Repúblicachueca. Espera que crezca el número de personas con pasiones análogas y que entren en la nueva República creando su propia puerta.